Celos de la tierra,
que recoge tus pasos
cuando caminas.
Del sol,
que con su pálida luz
baña tus mejillas.
Del agua,
que besa tus labios
cuando tienes sed.
Y a mí,
¿qué me queda de ti?
El sabor a carne muerta
en la boca,
las manos
llenas de ceniza,
y un desierto en el pecho.
Son los brazos
del olvido
entre los que,
ahora,
encuentro sosiego.
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